Por Miguel Ángel Gutierrez, Analista internacional. Graduado en Ciencias Políticas. Postgrados en Economía y Defensa. Doctor en Historia. Dirige el Centro Latinoamericano de Globalización y Prospectiva, nodo del Millennium Project.
El 2020 marca un punto de inflexión en los estudios de futuro. Las fuerzas motrices y las dinámicas emergentes de la globalización plantean interrogantes y desafíos, que afectarán a personas, sociedades, mercados y Estados. En anteriores colaboraciones, planteé las graves transformaciones esperables en el mundo pos-pandemia. Veamos ahora como se preparan los principales jugadores del futuro: Estados y regiones involucradas en el conflicto geopolítico, considerando “el detrás de escena”: instituciones, horizonte, enfoques y prioridades.
El derrumbe de la Unión Soviética y su transición a la economía de mercado cambió a un enfoque de la CyT y la innovación más vinculado con el desarrollo de la economía. En 1996/7 inició ejercicios que terminaron en Foresight 2025 y 2030. La pregunta central es ¿hacia donde va el mundo?, empleando metodología de análisis de tendencias que afectan al futuro: cambio climático y recursos naturales, nuevos modelos de crecimiento, cambios demográficos y sociales, entorno geopolítico y transformaciones institucionales, nuevos paradigmas tecnológicos como ejes. Selecciona como prioritarias las TIC, biotecnología, salud y medicina, nuevos materiales y tecnologías, gestión ambiental, sistemas de transporte espacial y eficiencia energética. Sus autores manifiestan preocupación por el déficit de métodos y técnicas prospectivas.
China inició en 2006, un ambicioso Plan de 15 años para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología, y desde la crisis mundial de 2008 el PCCH invirtió en think tanks y proyectos de investigación para aportar una base teórica al “‘modelo chino”. Seleccionando 17 áreas tecnológicas: TIC, biología, nuevos materiales, producción industrial y producción de alimentos, aeroespacial, energía, gestión ambiental eficiente, agricultura y desarrollo de áreas rurales, investigación marina, transporte, servicios avanzados, seguridad pública, salud, urbanización y desarrollo urbano, y tecnologías emergentes. Pero lo importante es que ven la C&T en la “tierra de nadie” o el espacio global. En 2018 su gasto en I+D alcanzó el 2% del PIB.
EE.UU. que tiene dos décadas de pronósticos de tendencias globales del National Intelligence Council cambió su metodología en el informe 2030. Ted Gordon lo analizó: la información provino de artículos encargados, talleres, entrevistas y comentarios, en gran parte cualitativo. Se utilizaron varios modelos cuantitativos para apoyar con números las ideas que sugirieron los consultores. Sintetizando esta información en tendencias, luego considera cambios de juego que podrían desviar esas tendencias, para diseñar mundos potenciales (los escenarios), y finalmente probados con “cambios tectónicos” y “desarrollos del cisne negro”.
Hoy “Global Trends 2040” presenta 5 escenarios: Renacimiento de las democracias; Un mundo a la deriva; Coexistencia competitiva; Silos separados; Tragedia y movilización. Visualizando un mundo hiperconectado con 8 áreas básicas: redes de comunicación; interfaz hombre-máquina; nuevos materiales; procesamiento informático avanzado; realidad virtual; inteligencia artificial, Internet de las cosas, y robótica.
Adicionalmente Biden proyectó un presupuesto de CyT, promediando aumentos del 18% para las principales agencias de investigación y mejoras a largo plazo, como la modernización de la recopilación de datos. Más del 23% para fortalecer la capacidad de respuesta a enfermedades emergentes y para capacitación de epidemiólogos y expertos en salud pública.
El European Strategy and Policy Analysis System ve la próxima década definiendo el futuro de Europa y del mundo, Éste será menos libre, más conectado y su economía mudando al Este. En un nuevo orden geopolítico, geoeconómico y geotecnológico, el riesgo para la UE es devenir una potencia intermedia, atrapada entre EE.UU y China.
Define cambios sísmicos del poder global; desafíos a las democracias liberales y la gobernanza global; transformación de los modelos económicos y del tejido social; usos nuevos y usos indebidos de la tecnología; patrones demográficos contrastantes; y la creciente huella ecológica de la humanidad.
Los pronósticos difieren en enfoque, métodos, alcance y participación de otras comunidades epistémicas, conforme sus respectivos contextos culturales y políticos. Coinciden en carecer de consideraciones de ética y moralidad, pero sostienen un eje común: la CyT. Ésta, como Jano (dios de las puertas, los comienzos y los finales) presenta dos caras, que miran al futuro y al pasado. Las ventajas tecnológicas miran al pasado; los riesgos tecnológicos, al futuro. La innovación se genera por el lucro potencial, los riesgos y amenazas futuros no se consideran.
Ello nos plantea la cuestión de las responsabilidades. Cuando se hundió la plataforma deepwater en el golfo de México, fue el presidente Obama quien reconoció: “no tenemos tecnología de control”; asumiendo la transferencia de responsabilidades de la empresa privada al Estado por la magnitud de los daños ocasionados, sin considerar su extensión a las generaciones futuras. Igual en otras catástrofes tecnológicas: Epson Valdés, Chernobil, Bhopal, Fukushima, entre otras.
Porque las sociedades tecnológicas muestran una común condición de irresponsabilidad estructural: su herramental para anticipar el futuro no considera el impacto de sus acciones sobre los bienes comunes. Quizá haya que reclamar un lugar en la mesa para defender nuestro ambiente.
Fuente: Los Andes.
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